Inocuas gotas de lluvia caen sobre la canicie de su cabello, refrescándolo, humedeciendo un rostro que revela el cansancio a través del tiempo. Camina con pasos cortos, meticuloso, con la elegancia y la experiencia que aportan los años; disfrutando de la humedad del ambiente mientras otros corren horrorizados buscando asilo fuera de la tempestad. - «¿Para qué correr sin rumbo como hormigas desorientadas?, ¿qué caso tiene? A veces es necesario exorcizar los pecados que se llevan cuesta abajo» -. Contempla poco a poco como las gotas adquieren mayor volumen, estrellándose contra el asfalto, elevándose en pequeñas figurillas, hermosas para aquellos que aún disfrutan de los pequeños encantos. Vaguedades que en ojos inexpertos son nada más que sin sentidos. Aunque para ojos detallistas son pinceladas provistas de sutileza, impartidas sobre un lienzo aún sin terminar. Un lienzo que contiene historias, hechos, desgracias.
El rocío de la lluvia empapa las solapas del traje negro de paño con botones azules que lleva puesto; entre tanto, acaricia los plateados cabellos que pasan por entre los dedos de su mano derecha, amedrentando así las gotas que caen sobre él. En el costado derecho, dentro del blazer de paño descubre con la mano izquierda un sombrero bowler con una pluma roja en la cinta que lo rodea - «lo siento compañero, pero me canse de la lluvia»- se escucha en la avenida, entre los transeúntes agazapados en las tiendas o bajo los volados de las casas como con voz melancólica se excusa con su sombrero. Con los últimos rayos del sol a su espalda se ajusta el sombrero. Lo ladea hacia abajo con la mano derecha mientras con la izquierda lo inclina hacia arriba como DeLarge de aquella película de la que tanto disfrutaba.
Deambula por las ahora oscuras calles, hasta llegar a una esquina. Levanta la mirada, contempla como la lluvia se filtra por entre los faros de los postes de luz y es teñida de un triste amarillo que embellece aún más la noche. El agua adquiere el toque que le faltaba para ser más excelsa y el hombre con el bowler agradece una vez más estar vivo en aquel momento para apreciar una nueva pincelada. Un ensordecedor lamento inunda la noche. Gira en dirección al oriente, se detiene en una colosal casa colonial de dos pisos con balcón, de color rojo. Saca las llaves de uno de los bolsillos de su pantalón e introduce una en la ranura del portón. Retira el sombrero de su cabeza; toma un pañuelo del estante a su izquierda y se sienta entre las sombras de la noche en un sofá. - «Fue un buen día compañero; sí, claro que lo fue» - Repitiendo estas últimas palabras que acaba de pronunciar, mientras en forma de agradecimiento, seca las gotas que descansan sobre su antiguo sombrero bowler.
Puertas al inframundo
martes, 5 de mayo de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
Cualquier cosa
El humo del cigarrillo envuelve el ambiente, como si tuviese vida propia, apoderándose de cada rincón de la sala y de sus pulmones. Lejos, en el trasegar de la calle se alcanza a oír el toser de una mujer que sostiene un cigarrillo entre sus dedos índice y cordial, en compañía de una cerveza que descansa a su espalda sobre una mesita para tomar el té.
Afuera, la noche cae sobre la ciudad escoltada por una molesta llovizna que golpea autos y paredes, mientras pasa un ciclista absorto en sus pensamientos, recibiendo en su rostro el frío de la brisa y el agua, que lo azotan sin clemencia alguna, con las manos congeladas y la vista siempre al frente; previendo un futuro desgarrador en cada esquina que deja atrás, sin percatarse de que alguien lo observa, ahí, en la calidez de una sala, con una cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra, entre tanto unos ojos negros e inyectados de recuerdos se refugian tras una maraña de cabellos, envidiando al que acaba de pasar frente a sus ojos ahora ocultos, «la vida es eso que pasa frente a mí, mientras veo personas cagadas del frío» -susurra ella llevándose la mano al cabello para descubrir sus ojos, entretanto con el cigarrillo en los labios y la cerveza en la mano se aleja tranquilamente de la ventana y se sienta en el sofá, junto a la mesita de té a escuchar, con los ojos cerrados el sonido de la lluvia golpeando contra las tejas y el asfalto; ínterin exhala el humo del cigarrillo con la cabeza recostada en el respaldar del sofá, abriendo nuevamente los ojos para observar esa nube grisácea que le roba un minuto de su vida y se apodera del ambiente «qué voy a hacer con mi vida» -se pregunta después de haber dejado caer un suspiro que se escucha repetidamente como un eco perdido en el olvido. Levanta delicadamente la cerveza como quien carga a un recién nacido con el temor de dejarlo caer, vacía aquel líquido dorado que le refresca la garganta y le realza el ánimo. Se levanta forzosamente del sofá como si una mano proveniente del inframundo le impidiera moverse con tranquilidad, caminando con letargo hacia la puerta, dejando a un lado el cuarto de estudio, dirigiéndose con pasos firmes y con el sonido de sus botas Dr. Martens, ese sutil estruendo dejado atrás con cada paso que da. La euforia crece cada vez más al aproximarse a la puerta; se detiene, mira el techo, sonríe «bueno, cualquier cosa es mejor que estar rodeada de tanta mierda». Fuma lo que le queda del cigarrillo, el calor en sus dedos, un grito, una grosería y la quemadura en los dedos con el estrépito de la puerta al cerrarse.
Afuera, la noche cae sobre la ciudad escoltada por una molesta llovizna que golpea autos y paredes, mientras pasa un ciclista absorto en sus pensamientos, recibiendo en su rostro el frío de la brisa y el agua, que lo azotan sin clemencia alguna, con las manos congeladas y la vista siempre al frente; previendo un futuro desgarrador en cada esquina que deja atrás, sin percatarse de que alguien lo observa, ahí, en la calidez de una sala, con una cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra, entre tanto unos ojos negros e inyectados de recuerdos se refugian tras una maraña de cabellos, envidiando al que acaba de pasar frente a sus ojos ahora ocultos, «la vida es eso que pasa frente a mí, mientras veo personas cagadas del frío» -susurra ella llevándose la mano al cabello para descubrir sus ojos, entretanto con el cigarrillo en los labios y la cerveza en la mano se aleja tranquilamente de la ventana y se sienta en el sofá, junto a la mesita de té a escuchar, con los ojos cerrados el sonido de la lluvia golpeando contra las tejas y el asfalto; ínterin exhala el humo del cigarrillo con la cabeza recostada en el respaldar del sofá, abriendo nuevamente los ojos para observar esa nube grisácea que le roba un minuto de su vida y se apodera del ambiente «qué voy a hacer con mi vida» -se pregunta después de haber dejado caer un suspiro que se escucha repetidamente como un eco perdido en el olvido. Levanta delicadamente la cerveza como quien carga a un recién nacido con el temor de dejarlo caer, vacía aquel líquido dorado que le refresca la garganta y le realza el ánimo. Se levanta forzosamente del sofá como si una mano proveniente del inframundo le impidiera moverse con tranquilidad, caminando con letargo hacia la puerta, dejando a un lado el cuarto de estudio, dirigiéndose con pasos firmes y con el sonido de sus botas Dr. Martens, ese sutil estruendo dejado atrás con cada paso que da. La euforia crece cada vez más al aproximarse a la puerta; se detiene, mira el techo, sonríe «bueno, cualquier cosa es mejor que estar rodeada de tanta mierda». Fuma lo que le queda del cigarrillo, el calor en sus dedos, un grito, una grosería y la quemadura en los dedos con el estrépito de la puerta al cerrarse.
lunes, 2 de febrero de 2015
Como si fuese un sueño
La penumbra se apodera del ambiente, de las calles, de la personas, de la ciudad. Una ciudad fría y ambigua para mi gusto -piensa ella mientras pasa su mano por su cabello, acariciándolo entre sus dedos-. Busca sus llaves en su bolsillo, afanada, como si no quisiese que notarán que repudia la oscuridad, aunque más bien es el pavor de encontrase sola en medio de las tinieblas, mientras que sus cuatro sentidos restantes le juegan una sucia pasada. Esgrima torpemente sus dedos dentro de los bolsillos del pantalón, recordando aliviada, que sus llaves están en la bolsa, entra a su casa para refugiarse de la sombría mujer que la espera allá afuera, al acecho.
El eco de la puerta al cerrase y las luces apagadas le indican que se encuentra sola en su casa, afanosamente busca el interruptor al costado izquierdo de la puerta, al lado de la repisa en donde guarda libros, CDs y algunas fotos de su familia. Sube directamente por las escaleras que están frente a la puerta, caminando torpemente recostada a la pared, quizá gracias al cansancio; llega a su cuarto, lanza la bolsa a cualquier lado y se echa sobre su cama, entretanto en el pasado queda un día más de agotamiento y agitación; de la casa a la universidad, de la universidad al entrenamiento y del entrenamiento a casa.
Hoy no está de ánimos para hacer trabajos, que se joda el profesor y su puto libro, hoy voy a dormir -diciéndose a sí misma mientras cierra los ojos-.
A altas horas de la madrugada un ruido estridente la despierta de golpe, avisándole que algo está mal, son las tres de la mañana y nota que sus padres aún no llegan, ni su hermana menor quien debería estar dormida en el cuarto que está al lado de el de sus papás; siempre dándole más importancia a la menor -pensó- la oscuridad le aterra, baja sigilosamente en busca del causante de aquel inquietante ruido, mala elección, muy mala elección, repitiendo constantemente esas palabras en su mente. Llega a la puerta, hasta ahora está segura, a su lado izquierdo una pared, que la hace recobrar la firmeza, a su espalda la escalera y a la derecha la repisa, más allá la sala y una pequeña cocina.
Sólo es tu imaginación, joder -tratando de tranquilizarse a sí misma-. Hace un gran esfuerzo para caminar, sus piernas no responde, se percata de que la oscuridad la rodea, que la estruja fuertemente contra la pared, de la cual cuelga una retrato de una pequeña con la mirada fija tal vez prestando atención con cierta curiosidad a los estúpidos intentos de su padre por atraer su atención, viste un trajecito verde azulado y una boina del mismo color.
De repente escucha un nuevo estrépito proveniente del segundo piso, quiere gritar, pero la noche y la lobreguez la toman por la garganta, ahogándola, con dificultad traga sus palabras e implora que sus piernas den un paso, luego de forcejear contra su cuerpo logra llegar hasta la escalera, sube algunos peldaños pero alguien la toma del pie, luego del brazo; escucha con claridad una voz misteriosa, como si se tratase de una vieja amiga, tal vez un amante o alguien a quien se le imaginó la voz mientras caminaba por la calle que le dice: <<la oscuridad no es tan mala después de todo>>.
El eco de la puerta al cerrase y las luces apagadas le indican que se encuentra sola en su casa, afanosamente busca el interruptor al costado izquierdo de la puerta, al lado de la repisa en donde guarda libros, CDs y algunas fotos de su familia. Sube directamente por las escaleras que están frente a la puerta, caminando torpemente recostada a la pared, quizá gracias al cansancio; llega a su cuarto, lanza la bolsa a cualquier lado y se echa sobre su cama, entretanto en el pasado queda un día más de agotamiento y agitación; de la casa a la universidad, de la universidad al entrenamiento y del entrenamiento a casa.
Hoy no está de ánimos para hacer trabajos, que se joda el profesor y su puto libro, hoy voy a dormir -diciéndose a sí misma mientras cierra los ojos-.
A altas horas de la madrugada un ruido estridente la despierta de golpe, avisándole que algo está mal, son las tres de la mañana y nota que sus padres aún no llegan, ni su hermana menor quien debería estar dormida en el cuarto que está al lado de el de sus papás; siempre dándole más importancia a la menor -pensó- la oscuridad le aterra, baja sigilosamente en busca del causante de aquel inquietante ruido, mala elección, muy mala elección, repitiendo constantemente esas palabras en su mente. Llega a la puerta, hasta ahora está segura, a su lado izquierdo una pared, que la hace recobrar la firmeza, a su espalda la escalera y a la derecha la repisa, más allá la sala y una pequeña cocina.
Sólo es tu imaginación, joder -tratando de tranquilizarse a sí misma-. Hace un gran esfuerzo para caminar, sus piernas no responde, se percata de que la oscuridad la rodea, que la estruja fuertemente contra la pared, de la cual cuelga una retrato de una pequeña con la mirada fija tal vez prestando atención con cierta curiosidad a los estúpidos intentos de su padre por atraer su atención, viste un trajecito verde azulado y una boina del mismo color.
De repente escucha un nuevo estrépito proveniente del segundo piso, quiere gritar, pero la noche y la lobreguez la toman por la garganta, ahogándola, con dificultad traga sus palabras e implora que sus piernas den un paso, luego de forcejear contra su cuerpo logra llegar hasta la escalera, sube algunos peldaños pero alguien la toma del pie, luego del brazo; escucha con claridad una voz misteriosa, como si se tratase de una vieja amiga, tal vez un amante o alguien a quien se le imaginó la voz mientras caminaba por la calle que le dice: <<la oscuridad no es tan mala después de todo>>.
martes, 16 de diciembre de 2014
Irreconocible anochecer
Ya hace varios inviernos atrás, en el antaño de sus trazos preguntó a los demonios en su interior, cuando se encontraba inmóvil al borde del precipicio; a punto de caer, si la demencia era el final o tan sólo el inicio de una nueva tempestad. Una sombría tempestad que clamaba una extraña, pero plácida desesperación.
Desesperanza que probablemente sumiría todo su ser en un nebuloso anochecer. Fue allí donde la locura entró en escena, por primera vez en su vida temió a la oscuridad: ¿por qué?, ¿por qué temerle a tan maravilloso estado? -vociferó-.
En el pasado había morado en medio de tinieblas, inmerso en ellas, no había razón alguna para tropezarse con aquel sentimiento: la humanidad es temerosa de la oscuridad, es por eso que rasguña cobardemente sus paredes con bizarras llamaradas, huyendo cada vez más de su ensordecedor e inminente silencio -concluyó-
Y ahí, en medio de las tinieblas que lo empezaban a revestir, un horrible augurio se apoderó de aquel ser segado por la desesperación, cuando un temible escalofrío trepó y sacudió sus entrañas al vislumbrar los escasos, pero magníficos rayos de un sol que se encontraba una vez más a la espera de un nuevo óbito, para que por fin, pudiese dar vida nueva a una soberana que yace plácidamente a la espera de un irreversible deceso. Mientras tanto, aquel manto de oscuridad acogía su cuerpo, apoderándose de sus sentidos; entre tanto, su cerebro no podía percibir ningún estimulo proveniente de una despiadada realidad, perdiéndose así una vez más, el sentido de su vida,
Ininteligibles aullidos exteriorizados en forma de lagrimas cayeron sin opresión alguna y entre últimos sollozos y con el corazón en la mano, momento antes de su suicidio; voceó: ¡oh, gran diosa y soberana que oníricamente llegaste a mis brazos, salvad a este pobre ciervo que tan sólo suplica tu perdón!
Desesperanza que probablemente sumiría todo su ser en un nebuloso anochecer. Fue allí donde la locura entró en escena, por primera vez en su vida temió a la oscuridad: ¿por qué?, ¿por qué temerle a tan maravilloso estado? -vociferó-.
En el pasado había morado en medio de tinieblas, inmerso en ellas, no había razón alguna para tropezarse con aquel sentimiento: la humanidad es temerosa de la oscuridad, es por eso que rasguña cobardemente sus paredes con bizarras llamaradas, huyendo cada vez más de su ensordecedor e inminente silencio -concluyó-
Y ahí, en medio de las tinieblas que lo empezaban a revestir, un horrible augurio se apoderó de aquel ser segado por la desesperación, cuando un temible escalofrío trepó y sacudió sus entrañas al vislumbrar los escasos, pero magníficos rayos de un sol que se encontraba una vez más a la espera de un nuevo óbito, para que por fin, pudiese dar vida nueva a una soberana que yace plácidamente a la espera de un irreversible deceso. Mientras tanto, aquel manto de oscuridad acogía su cuerpo, apoderándose de sus sentidos; entre tanto, su cerebro no podía percibir ningún estimulo proveniente de una despiadada realidad, perdiéndose así una vez más, el sentido de su vida,
Ininteligibles aullidos exteriorizados en forma de lagrimas cayeron sin opresión alguna y entre últimos sollozos y con el corazón en la mano, momento antes de su suicidio; voceó: ¡oh, gran diosa y soberana que oníricamente llegaste a mis brazos, salvad a este pobre ciervo que tan sólo suplica tu perdón!
sábado, 6 de septiembre de 2014
Lectura del tiempo
Una ráfaga de viento lo forzó a volver a la realidad y de la misma manera, a reflexionar: cómo era posible que algo tan inverosímil como el tiempo rigiese la vida - pensó-.
Ya hace varios soles atrás todavía se encontraba vagando en medio de turbios parajes y ahora tropieza con que su mente es capaz de percibir una vez más la realidad.
Podría luchar contra lo que fuera pero existía algo agobiante en su raciocinio: la muerte.
Un destino con el que no estaba familiarizado, porque en un abrir y cerrar de ojos su vida podría desvanecer sin que él se diese cuenta. Pero dejó a un lado ese temeroso presagio, percatándose de que existía un ente más poderoso que el tiempo: los Libros. ¿Cómo algo tan insignificante podría destrozar y manejar a su antojo el tiempo-espacio? ¿Cómo un escrito con miles y miles de previsiones, podrían cautivarlo, y más aún, trasladarlo a una dimensión donde no existía rastro alguno de un despiadado existir?
Podría ser el verdugo de su propia historia o simplemente una nube, sin preocupaciones, escudriñando un mundo más que frívolo, sin embargo, al cabo de pocos segundos concluyó que a pesar de todo, no podía luchar contra esas tres grandes fieras, que a su lado, no era más que un ser diminuto; algo insignificante. Así que decidió de momento dejarlas a un lado mientras encontraba su propia grandeza en las páginas que sostenía en la manos.
domingo, 15 de junio de 2014
Confesión
Es verdad, la amé con sincera locura, sólo un demente como el que le está hablando tendría el valor de decirle con extraño júbilo que se alegra de ser un error, el único que fue capaz de amarla, de verla como realmente es.
Es extraño que un psicópata como su servidor haya tenido la osadía de dibujar una sonrisa en su hermoso rostro y aún así continuar siendo el acreedor de cada uno de sus suspiros y sus más fervientes pensamientos.
En la calma de mi raciocinio siguen surgiendo intervalos de extrema cordura, todo esto por una simple razón, el recuerdo de su mirar, aunque si bien sus ojos fueron la causa de mis desvelos y mis deseos, no puedo negar que la vida le haya otorgado la caja de pandora a una mujer cuya cordura está tan alejada como el sol de la luna y ésta se haya materializado en una esmeralda, que se ha dividido en cada uno de sus inefables ojos.
Si la vida fue capaz de confiar en usted, ¿por qué entonces no sería capaz yo de confiar en el brillo de sus ojos?
El control que usted ejerce sobre mí es absoluto, pese a que todos mis intentos han sido fallidos no me queda otra opción que la sublevación y confesarle que aún la sigo amando, no obstante, su amor todavía lacera mis recuerdos.
Es extraño que un psicópata como su servidor haya tenido la osadía de dibujar una sonrisa en su hermoso rostro y aún así continuar siendo el acreedor de cada uno de sus suspiros y sus más fervientes pensamientos.
En la calma de mi raciocinio siguen surgiendo intervalos de extrema cordura, todo esto por una simple razón, el recuerdo de su mirar, aunque si bien sus ojos fueron la causa de mis desvelos y mis deseos, no puedo negar que la vida le haya otorgado la caja de pandora a una mujer cuya cordura está tan alejada como el sol de la luna y ésta se haya materializado en una esmeralda, que se ha dividido en cada uno de sus inefables ojos.
Si la vida fue capaz de confiar en usted, ¿por qué entonces no sería capaz yo de confiar en el brillo de sus ojos?
El control que usted ejerce sobre mí es absoluto, pese a que todos mis intentos han sido fallidos no me queda otra opción que la sublevación y confesarle que aún la sigo amando, no obstante, su amor todavía lacera mis recuerdos.
Cuando tocan a la puerta
Cuando la muerte toca a tu puerta, el tiempo se detiene, tus sentidos te atormentan, las lagrimas caen mientras tu alma grita.
¡La muerte! El beso del olvido, un sueño profundo del que nunca verás un nuevo atardecer, ¡oh, maldito sufrimiento!
Tu cuerpo pesa, ya no estás en capacidad de mantenerte en pie, las extremidades de un cuerpo sin alma comienzan a temblar, tus piernas no responden y tu corazón está a punto de estallar.
Los sollozos del inframundo penetran en tu mente, mientras tu mirada y la suya toman caminos por igual, pronto todo terminará; sabes que cada suspiro podría ser el último.
¡La muerte! El beso del olvido, un sueño profundo del que nunca verás un nuevo atardecer, ¡oh, maldito sufrimiento!
Tu cuerpo pesa, ya no estás en capacidad de mantenerte en pie, las extremidades de un cuerpo sin alma comienzan a temblar, tus piernas no responden y tu corazón está a punto de estallar.
Los sollozos del inframundo penetran en tu mente, mientras tu mirada y la suya toman caminos por igual, pronto todo terminará; sabes que cada suspiro podría ser el último.
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