El humo del cigarrillo envuelve el ambiente, como si tuviese vida propia, apoderándose de cada rincón de la sala y de sus pulmones. Lejos, en el trasegar de la calle se alcanza a oír el toser de una mujer que sostiene un cigarrillo entre sus dedos índice y cordial, en compañía de una cerveza que descansa a su espalda sobre una mesita para tomar el té.
Afuera, la noche cae sobre la ciudad escoltada por una molesta llovizna que golpea autos y paredes, mientras pasa un ciclista absorto en sus pensamientos, recibiendo en su rostro el frío de la brisa y el agua, que lo azotan sin clemencia alguna, con las manos congeladas y la vista siempre al frente; previendo un futuro desgarrador en cada esquina que deja atrás, sin percatarse de que alguien lo observa, ahí, en la calidez de una sala, con una cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra, entre tanto unos ojos negros e inyectados de recuerdos se refugian tras una maraña de cabellos, envidiando al que acaba de pasar frente a sus ojos ahora ocultos, «la vida es eso que pasa frente a mí, mientras veo personas cagadas del frío» -susurra ella llevándose la mano al cabello para descubrir sus ojos, entretanto con el cigarrillo en los labios y la cerveza en la mano se aleja tranquilamente de la ventana y se sienta en el sofá, junto a la mesita de té a escuchar, con los ojos cerrados el sonido de la lluvia golpeando contra las tejas y el asfalto; ínterin exhala el humo del cigarrillo con la cabeza recostada en el respaldar del sofá, abriendo nuevamente los ojos para observar esa nube grisácea que le roba un minuto de su vida y se apodera del ambiente «qué voy a hacer con mi vida» -se pregunta después de haber dejado caer un suspiro que se escucha repetidamente como un eco perdido en el olvido. Levanta delicadamente la cerveza como quien carga a un recién nacido con el temor de dejarlo caer, vacía aquel líquido dorado que le refresca la garganta y le realza el ánimo. Se levanta forzosamente del sofá como si una mano proveniente del inframundo le impidiera moverse con tranquilidad, caminando con letargo hacia la puerta, dejando a un lado el cuarto de estudio, dirigiéndose con pasos firmes y con el sonido de sus botas Dr. Martens, ese sutil estruendo dejado atrás con cada paso que da. La euforia crece cada vez más al aproximarse a la puerta; se detiene, mira el techo, sonríe «bueno, cualquier cosa es mejor que estar rodeada de tanta mierda». Fuma lo que le queda del cigarrillo, el calor en sus dedos, un grito, una grosería y la quemadura en los dedos con el estrépito de la puerta al cerrarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario