Me he visto preso del arrepentimiento, y de la deshonra. Fui yo quien en algún momento de nuestras vidas hizo una promesa, un juramento inquebrantable y así como lo hice con gran fervor, hoy prescindo de mis palabras. Usted mejor que nadie conoce mi falta y lo que implica mi desacato, por esta razón pido que disculpe a este invidente quien fue incapaz de cargar con el peso en su espalda.
Debo aceptar que su recuerdo es inquietante, ya varias noches ha tocado a mi puerta y sin mayores impedimentos le he dejado entrar, aunque si bien su evocación es completamente onírica. se presenta ante mí cada noche sólo para mostrarme que sería de mi vida si no hubiese sido tan cobarde que aún hasta el condenado a muerte se apiadaría de mi alma.
Disculpe respetada dama si los trazos de mi pluma han llegado a agobiarle, sólo soy un desdichado que añora su perdón, de ser así, le ruego que ésta epístola permanezca en secreto, solo usted conocerá el significado de estos trazos.
Por último para concluir las palabras de este desgraciado y terminar con su infortunio, ¿permitiría usted que le haga una pregunta? Sólo quiero conocer su parecer, disculpe mi atrevimiento, ¿alguna vez soñó conmigo?
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