jueves, 1 de mayo de 2014

Epístola del pasado

Entre las rosas doy fe que el mundo avanza mientra yo retrocedo, el péndulo del tiempo no ejerce control alguno sobre mí, entre tanto, allá afuera en la realidad la vida se marchita.

La tierra que alguna vez pisé, ya no es la misma, el viento que acarició mi piel ha muerto y con él, mi existir. La pena y  el sufrimiento que padecí ya no poseen validez sólo son recuerdos vacíos de un mísero existir; frívolas memorias alzan vuelo frente a mí en la lobreguez de mi alma, entretanto, la noche caen y las tinieblas se apoderan de la cúpula del cielo.

Ya hace mucho tiempo atrás caminé en medio de la oscuridad, como camino ahora, aunque hogaño, soy sólo un recuerdo; camino en manos del pasado evocando errores de antaño, inculpando a un yo del pasado cuyo único error fue el creer en la salvación.

Mi estadía en este inhóspito lugar es imprecisa, los pasos que di anteriormente ahora son irreconocibles, ya no hay vuelta atrás, la vida terminó para mí ya hace mucho tiempo y el único que puede aseverar mi existencia, morirá conmigo.

El péndulo ha callado y el tiempo ha dejado de latir, finalmente y sin resistencia alguna sucumbo ante él.    




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