La oscuridad yace en sus ojos, en su sombrío existir, su amor es alimentado por mi horror, un amor insoluble y sin final, es verdad; le temo a su corazón, cada latido proveniente de aquel abismo el cual sólo emana soledad hurta un segundo de mi vida, me temo que mi existencia es forzada a caer en el averno.
Aunque no será así, no caeré en aquel sufrimiento, los sentimientos de desesperación y angustia son la única razón por la que continuo con vida, si cayera al precipicio todo acabaría, su cariño se apoderaría de la esencia de su más ferviente siervo, cuyo afán por seducir a su captor no superpone un final, estaría sentenciado a escapar mediante el roce de nuestros cuerpos.
La noche cae y su sonrisa ilumina mi sendero, las tinieblas ensombrecen mi alma, pero aún así su sonrisa arrebata todo el amor que le corresponde a su cuerpo, a su alma.
El odio escapa por mis ojos, por mis labios, por su cuerpo. Mi cuerpo es condenado al peor sufrimiento existente para un humilde convaleciente, me he visto obligado a amarla con extrema locura.
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